Artículo originalmente publicado en Las Provincias con el título «El sistema Celades desubica a futbolistas»
Hay dos cosas que parecen muy claras en el Valencia de Albert Celades; la primera que el corazón le dicta jugar un 4-3-3 y la cabeza y bajo según qué circunstancias (y sólo a veces) un 4-4-2, y la segunda que, siempre que tenga disponibles a Coquelin, Kondogbia y Parejo, al menos de inicio, los dispondrá sobre el terreno de juego. Creo, además, que la segunda influye definitivamente para que el técnico valencianista se decida por jugar ‘su’ sistema, antes que el 4-4-2 al que nuestros jugadores están tan acostumbrados.
Jugar ‘su’ sistema desubica a algún o algunos futbolistas y esa desubicación genera una menor participación y, consecuentemente, un menor rendimiento de los mismos. A no ser que ese futbolista, el que juega arriba en repliegue para defender en dos líneas de cuatro y las dos puntas y después abre a derecha en ataque, fuese Soler o Ferrán Torres. Pero nunca Rodrigo o Gameiro. Por no hablar del descenso alarmante de participación en la creación de juego de Parejo, cuando se ve por delante de otro mediocentro y recibiendo más de espalda, y casi nunca de cara, al marco rival. En cualquier caso, son futbolistas de primerísimo nivel, capaces de desenvolverse bien en todos los sistemas que plantee el entrenador y, principalmente, cuando no hay tantas diferencias entre ellos.
Ayer en el Sadar vimos un partido bravo, ante un rival muy parecido al Lille, por su presión constante y efectiva, por obligarte a aumentar la intensidad de forma palpable y por aplicar velocidad y compromiso en todas sus acciones. El Valencia debía meterse en partido desde el minuto uno equilibrando la intensidad, poniendo en práctica su mayor sapiencia. Lógicamente si sus jugadores querían. Es decir, personalidad atrevida, carácter y decisión.
Celades, al no jugar Coquelin seguramente buscando una perfecta recuperación del futbolista francés para el enfrentamiento ante el Sevilla, planteó un 4-4-2 que tan buen resultado estaba dando al equipo. Kondogbia y Parejo en el centro, Soler en banda derecha. De la alineación sólo llamaba la atención la incorporación de Correia como lateral derecho, esperando comprobar su nivel y su capacidad. El partido no fue bien. La expulsión de Rodrigo acabó por hundir a los nuestros. Dejaré claro que fue una expulsión evitable y muy rigurosa, que perfectamente podría haberse saldado con una amarilla, pero también es cierto que el gesto de Rodrigo, fue evitable. Sin producirse no hubiese generado la interpretación del asistente.
Lo que sucedió tras esa expulsión fue la confirmación de lo que ya se estaba produciendo sobre el terreno de juego, que la superioridad navarra era absoluta y que el Valencia no lograba llegar al área local con peligro. Ninguno, además. La impresión era de baño total. Así durante los 95 minutos que duró el partido. Se hablará, y mucho, de la expulsión pero Osasuna fue merecedor de la victoria. El Valencia no pudo nunca con su ritmo e intensidad y eso era la primera condición, y de obligado cumplimiento, para lograr el éxito. Lo demás, interpretable y especulable.